Una palabra salió de sus ojos y otra de sus manos. Ambas se sentaron a su lado sín otro plan que esperar a que su boca decidiera soltar la palabra que faltaba por salir.
Esperaron recuerdos, esperaron llamadas, ilusiones, esperanzas y trabajo.
El presente apareció e increpó a la boca: "¡Suéltala! ¡Déjala libre!"
La boca negó.
Al rato, llegó el futuro e insistió también en la liberación de la tercera palabra: "Si las manos y los ojos las han soltado ¿por qué no hacerlo tú?"
La boca volvió a negar.
El pasado asomó su cabeza de detrás de la columna en la que había estado escondido durante todo ese rato, se acercó a la boca y la cosió. Después se giró hacia donde estaban las otras dos palabras y pegándoles una patada les preguntó: "¿Es que vosotras nunca aprendéis?"
Las palabras liberadas por los ojos y las manos se fueron abrazadas calle abajo, mientras la boca se quedaba cosida por el pasado.
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