La siguiente vez que abra la puerta. La siguiente vez que encienda un cigarro. La siguiente que vez que entre en un museo. Entonces.
Entonces, los suspiros de nerviosismo y alivio me recorrerán. Entonces mi sonrisa, será la estúpida sonrisa que pongo ante los problemas. Entonces, mis ojos hablarán más de lo que lo hace mi boca. Entonces. Ahora no.
Ahora no voy a abrir ninguna puerta, ni a encender ningún cigarro, ni a entrar en ningún museo.
Mientras tanto, miraré tras la ventana, comeré chichles y veré la televisión. Hasta entonces, sólo el miedo recorrerá mi cuerpo, mi sonrisa será triste y mis ojos... sí, mis ojos hablarán más de lo que lo hace mi boca; pero con mensajes indescifrables al oído vulgar.
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