Había una vez, un cuento chino que hablaba de labios que contaban suspiros. Unos suspiros callados que dejaban silencio. Un silencio, en el que se intuían caricias pintadas de ilusiones aún por concretar y realizar. Unos suspiros, llenos de desesperación, sonrisas embarradas y deseos. Y unos deseos que hablaban de unos labios.
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